Como seres humanos somos seres sociales, llamados a comunicarnos entre sí y
a mirarnos a los ojos. Muchas veces nos veo sentados en un gran terreno y
frente a nosotros está ese otro, ¿dejaremos que el terreno se seque y quede
baldío, o procuraremos sembrar y levantar frutos entre ambos? La decisión es
nuestra, ¡pero tanto está en juego!
Foggy Bridge, foto de Evgen Andruschenko |
Si nos encontramos en la mitad de una discusión de pareja, muchas veces nos
daremos cuenta que entre estos se empieza a crear un abismo sin puente, hasta
tal punto que no se puede vislumbrar el otro lado. El problema es que nos individualizamos
en nuestra propio dificultad sin ver la del otro, YO SIENTO, YO CREO, YO
QUIERO; y muy pocas veces preguntamos al otro, ¿y tú que sientes?, ¿qué pensaste
cuando yo dije esto? Desafortunadamente, en nuestra sociedad actual, todo se
reduce al YO.
¿Cuántas veces ambas partes no se han dado cuenta que en una discusión
están hablando exactamente de lo mismo?, o ¿cuántas veces no se han dado cuenta
de que están discutiendo sobre dos cosas completamente diferentes y que no
están relacionadas en ninguna forma más que por los gritos que retumban en el
cuarto? Esto es tan común como el alimento diario, y en estas situaciones nos
vemos atrapados constantemente por miedo a dar el brazo a torcer y ser el
primero en escuchar al otro; pero ¿POR QUÉ TENGO YO QUE SER EL PRIMERO?, dirán
muchos; yo pregunto, ¿por qué no? La
lucha de poder es algo que sólo vive en nuestras cabezas, todos tenemos la
misma capacidad de fuerza de aplastar o levantar, pero por qué aplastar cuando
al levantar nos elevamos a nosotros mismos, por qué caminar sobre la gente
cuando esta vida se basa sólo en un pequeño parpadeo. ¿Acaso no es mejor
caminar de la mano sin gritos ni malos entendidos, que tratar de pisotear a
todo el mundo?
Esta es una cara de la moneda, la otra es el miedo a la confrontación, el
miedo a algo que no sabemos si vayamos a desatar, cuando es probable que no
pase nunca. Así que nos tragamos las rabias, los puntos de vista, insultos si
los hay, cariños si vienen más atrás. Nos tragamos todo sin devolver nada; y no
es que estemos obligados a dar, pero debemos considerar que la vida no es un
monólogo, y que, aunque la soledad te ayude a encontrarte a ti mismo o ti
misma, lo ponemos en práctica mejor cuando estamos con otros o para el
beneficio de estos.
Foto tomada de http://ciorsdan.tumblr.com/ |
Una de las cosas
que más recuerdo de mi niñez, es a mi madre diciéndome: No le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan a ti, yo la
cambié a actúa con los demás como a ti te
gustaría actuasen contigo. Esta frase y afirmación ha causado un gran impacto
en mí, por lo que la pongo en práctica en cada circunstancia. El ejercicio que
sigo es el siguiente: Cada vez que me encuentro en el comienzo de una
discusión, necesitando apoyo, u observando que alguien más la necesita, presto
atención a mis pensamientos y deseos; no
me gusta que me hablen con gritos, me hace sentir mal y sin valor; me gustaría que la otra persona entendiese
mis sentimientos y por qué estoy enojada o triste; me gustaría que esa persona se pusiese en mis zapatos y entendiese mi
silencio, o que tratara de hablar conmigo para hacerme sentir mejor; me gustaría que respetaran mis pensamientos
y mi forma de actuar. Éstas son sólo algunos, pero todos y cada uno de estos
pensamientos han pasado por nuestras cabezas de alguna u otra forma. ¿Acaso se han
levantado en sentido contrario?, ¿acaso te has preguntado lo que la otra
persona necesita? Si no es así, te invito a intentarlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario