viernes, 16 de junio de 2017

De mano en mano con la solidaridad

5 Generationsde Maree Turner
Para muchos de los que vivimos fuera de nuestros países, la falta de solidaridad, aunada con la soledad, pueden convertirse en nuestro peor enemigo. El cambio de idioma y cultura pueden disparar una reacción en cadena de quejas y arrepentimientos. Nos apoyamos entonces en la solidaridad de la persona ajena, en salir de nuestra zona de confort para encontrar el alivio necesario. Pero qué pasa cuando es en nuestros países que esta solidaridad se deteriora hasta el punto que es irreconocible, qué pasa cuando ésta se ve cubierta por el miedo a la inseguridad, por el miedo a lo desconocido, por la necesidad de llegar primero que el otro y de tener más que él.
Se dice que la solidaridad es el “apoyo incondicional a causas o intereses ajenos, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles,” por ello, desde mi punto de vista, la falta de ésta es el comienzo del aislamiento y la soledad; y la soledad, se dice, es uno de los estados más peligrosos, la puerta a enfermedades como depresión; problemas físicos, mentales o emocionales; y, a la larga, la posible causante del colapso de una sociedad.
Hace poco escuché el caso de una mujer cuya demencia la llevó a salir de su casa y a perderse en su vecindario. El factor mortal que la llevó a su muerte, fueron los -20C que en ese momento azotaban a la región; sin embargo, lo que realmente acabó con ella, fue la falta de ayuda de sus vecinos, quienes escucharon los gritos de auxilio, los golpes a sus puertas, las alarmar de los carros encenderse con desesperación, pero nadie, nadie, fue capaz de asomarse y preguntar qué causaba tanto alboroto.
Situaciones parecidas se despiertan cada día al otro lado de nuestras ventanas, o incluso de nuestro lado, pero el miedo a enfrentarlas es muchas veces más fuertes que nosotros mismos. En esos momentos valdría la pena recordar que lo que hagamos por otros es lo que nos gustaría se hiciese por nosotros.
No esperemos sólo una situación desesperada para extender una mano, pues de mano en mano construimos un mejor mundo. En vez de activar una reacción en cadena de odios y depresiones, activemos una cadena que vaya de la mano con la solidaridad.
Bien suponemos que la familia y los amigos son piezas invaluables de nuestro día a día, y aunque no siempre queramos verlo, estos conforman el rompecabezas de nuestras vidas. Aunque estén lejos, el saber puedes contar con ellos y viceversa, crea un soporte de alivio, pero no hay nada más cruel que estar rodeado de personas que, metafóricamente hablando, están ciegas, sordas y mudas a las necesidades del otro. Sólo ten en cuenta que uno de estos ciegos, sordos y mudos puedes ser tú.
Entonces pregunto, qué tan dispuestos estamos a abrir nuestras ventanas y a preguntar ¿qué pasa?; qué tan dispuestos estamos a salir de nuestra zona de confort para ayudar a aquel que quizás piensa diferente a nosotros, pero que igual necesita ayuda; qué tan dispuestos estamos de quitar el pie que va a pisar o de retirar la mano que va a quitar para que ese otro sobreviva aunque sea un día más; qué tan dispuestos estamos a transformar a la soledad crónica y al egoísmo en una fuente de acercamiento hacia las personas que nos necesitan.

Recordemos que la solidaridad es la base para una sociedad fuerte, que llena poco a poco, y de mano en mano, los espacios vacíos de la soledad y el egoísmo con momentos de reconocimiento mutuo y de comunión. La pregunta es: ¿qué tan atentos estamos hoy a las manos del otro?

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