miércoles, 1 de febrero de 2017

Cómo evaluar y liberarnos de nuestras expectativas

Liberarnos de nuestras expectativas no se da de un día para otro, por ello, empezar a evaluarlas es un primer paso para comenzar con dicho proceso de liberación.
Nadie dice que esperar lo mejor de nosotros sea incorrecto, es más, pienso hasta natural dar lo mejor de sí en cada actividad que uno realiza; sin embargo, la dificultad que puede hacer acto de presencia es cuando todo se reduce a lo que esperamos de otros, sobre todo cuando hemos puesto en esto la bandera definitiva de nuestra felicidad.
Expectativas vs. positivismo
El terreno se vuelve movedizo cuando ponemos nuestras expectativas en alguien más, o cuando a diferencia, debemos llenar las expectativas de esas otras personas. La expectativa no es lo mismo a ser positivo, el positivismo es mirar nuestro mundo a través de un par de anteojos diferentes, es apreciar los cambios y aprender de ellos, es visualizar un mundo que nos beneficie a todos colectivamente, empezando por nuestra individualidad; la expectativa, en cambio, es esperar algo de alguien casi como un pago por un comportamiento específico, esperamos que algo pase porque lo creemos lógico o merecido, ya sea a nivel cultural, social o religioso.

Nuestras expectativas en otros
Pensemos en lo siguiente, si en una pareja la mujer trabaja  todo el día como ama de casa, cuida a la familia, cocina y mantiene todo en buen estado, ésta espera como pago por su trabajo que el marido lave la loza en la noche. Muchas veces las expectativas se dan por sentadas, no se hablan, ni se discuten, sólo se esperan. Si en el ejemplo, el marido en vez de lavar la loza prefiere ir a ver televisión después de un día de trabajo, la esposa sufriría una gran decepción y probablemente caería en depresión y en un estado de furia.
Otro ejemplo común es en el campo laboral, ¿cuánto no daríamos por escuchar cada día lo bien que lo hacemos y la excelente labor que estamos realizando?, esperamos sobremanera el pago de nuestro sudor con la palmadita en la espalda, incluso a sabiendas que sí, que hemos hecho un excelente trabajo.
Si nos ponemos a ver, muchas veces somos nosotros mismos los que arruinamos el mejor momento, los que exigimos de la otra persona porque hemos dado mucho. Vivimos en un mundo de espejos, mientras más reflejemos la exigencia de pagos, de la misma manera los otros esperarán lo mismo; pero si se dan cuenta, lo que reflejamos son exigencias, no respuestas.
Todos tenemos expectativas, todos esperamos ser tratados bien en una relación si nosotros estamos haciendo lo mismo, asumimos que la otra persona está consciente de nuestras expectativas y viceversa. Siguiendo el ejemplo de la pareja, puede que el marido espere que su esposa entienda que trabajó ese día el doble de lo que generalmente trabaja, que tuvo una actividad física extra que por lo general no tiene; por lo tanto, para él es totalmente normal sentarse frente a la televisión para olvidarse de todo. Cada uno espera una respuesta específica, y cada uno asume que el otro sabe que lo espera.

Mantener una comunicación clara para obtener expectativas saludables
Estableciéndose una comunicación entre ambas partes, sería el camino necesario para llenar las expectativas del otro, se mantendrían transparentes y sin obstáculos, y poco a poco se transformarían en una realidad más allá de la espera, serían  finalmente, unas expectativas más saludables.
Si logramos cambiar nuestros anteojos, la realidad tangible se vería de un color un poco diferente, ya que reaccionaríamos no por expectativas, sino a través de la consideración y el amor. Esto, debo aclarar, no quiere decir que vayamos a convertirnos en esclavos de lo que la otra persona desea si la comunicación, lo que es en verdad, es una relación que va sólo en una dirección. Si por el contrario, en una relación de pareja se mantiene claro lo que se espera de la otra persona, esto puede llevar a establecer si ésa es la relación que se necesita o si se quiere mover a algo que se ajuste más a nuestras necesidades.
El punto es entender que las expectativas las creamos nosotros mismos, que el marido al no lavar la loza no quiso decir que su descanso era más importante que el de la esposa; que la palmadita que se esperaba en el trabajo no es dada porque uno sea malo, sino porque hay actitudes o acontecimientos en la vida de la otra persona que quizás no conozcamos. Las posibilidades son infinitas, por lo que tenemos que pensar si en realidad queremos ahogarnos en un vaso de agua por lo que desconocemos.

Evaluar las expectativas
Lo que recomiendo es lo siguiente, empieza a evaluar tus propias expectativas; observa a tu pareja o a las personas con las que compartes tu día a día. Si de pronto te das cuenta que tu nivel de enojo te está superando, detente y piensa un momento si esto se debe a que estabas esperando algo de cierta persona, pregúntate: ¿esta respuesta o actitud fue dada realmente adrede?, ¿está esta persona buscando hacerme daño al negarme algo?, o ¿vale la pena preguntar y escuchar la respuesta antes de explotar del enojo o la depresión?
Sólo te tomará un momento reflexionar, y si lo deseas, compártelo con esa otra persona, así ambas estarán conscientes qué esperan el uno del otro.
El esperar lo mejor de sí mismo es una forma de motivarnos día a día y superarnos con alegría, el esperar una respuesta específica de otros es darles a ellos la llave de nuestra felicidad y la capacidad de decidir sobre nuestro humor. Aunque nuestra alegría se expanda a nuestros vecinos, es nuestra la decisión de mantenerla cerca y nutrirla, sin esperar que sea ese otro el que tiene el deber de proporcionarla.
Si por sobre todo, aún nos sentimos ofuscados y deprimidos, esto es quizás la indicación que necesitemos para establecer una mejor comunicación, o para movernos al siguiente peldaño de nuestras vidas en crecimiento.

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