Liberarnos de nuestras expectativas no se da de un día para otro, por ello,
empezar a evaluarlas es un primer paso para comenzar con dicho proceso de
liberación.
Nadie dice que esperar lo mejor de nosotros sea incorrecto, es más, pienso
hasta natural dar lo mejor de sí en cada actividad que uno realiza; sin
embargo, la dificultad que puede hacer acto de presencia es cuando todo se
reduce a lo que esperamos de otros, sobre todo cuando hemos puesto en esto la
bandera definitiva de nuestra felicidad.
Expectativas vs. positivismo
El terreno se vuelve movedizo cuando ponemos nuestras expectativas en
alguien más, o cuando a diferencia, debemos llenar las expectativas de esas
otras personas. La expectativa no es lo mismo a ser positivo, el positivismo es
mirar nuestro mundo a través de un par de anteojos diferentes, es apreciar los
cambios y aprender de ellos, es visualizar un mundo que nos beneficie a todos
colectivamente, empezando por nuestra individualidad; la expectativa, en
cambio, es esperar algo de alguien casi como un pago por un comportamiento
específico, esperamos que algo pase porque lo creemos lógico o merecido, ya sea
a nivel cultural, social o religioso.
Nuestras expectativas en otros
Pensemos en lo siguiente, si en una pareja la mujer trabaja todo el día como ama de casa, cuida a la
familia, cocina y mantiene todo en buen estado, ésta espera como pago por su
trabajo que el marido lave la loza en la noche. Muchas veces las expectativas
se dan por sentadas, no se hablan, ni se discuten, sólo se esperan. Si en el
ejemplo, el marido en vez de lavar la loza prefiere ir a ver televisión después
de un día de trabajo, la esposa sufriría una gran decepción y probablemente
caería en depresión y en un estado de furia.
Otro ejemplo común es en el campo laboral, ¿cuánto no daríamos por escuchar
cada día lo bien que lo hacemos y la excelente labor que estamos realizando?,
esperamos sobremanera el pago de nuestro sudor con la palmadita en la espalda,
incluso a sabiendas que sí, que hemos hecho un excelente trabajo.
Si nos ponemos a ver, muchas veces somos nosotros mismos los que arruinamos
el mejor momento, los que exigimos de la otra persona porque hemos dado mucho.
Vivimos en un mundo de espejos, mientras más reflejemos la exigencia de pagos,
de la misma manera los otros esperarán lo mismo; pero si se dan cuenta, lo que
reflejamos son exigencias, no respuestas.
Todos tenemos expectativas, todos esperamos ser tratados bien en una
relación si nosotros estamos haciendo lo mismo, asumimos que la otra persona
está consciente de nuestras expectativas y viceversa. Siguiendo el ejemplo de la
pareja, puede que el marido espere que su esposa entienda que trabajó ese día
el doble de lo que generalmente trabaja, que tuvo una actividad física extra
que por lo general no tiene; por lo tanto, para él es totalmente normal
sentarse frente a la televisión para olvidarse de todo. Cada uno espera una
respuesta específica, y cada uno asume que el otro sabe que lo espera.
Mantener una comunicación clara
para obtener expectativas saludables
Estableciéndose una comunicación entre ambas partes, sería el camino
necesario para llenar las expectativas del otro, se mantendrían transparentes y
sin obstáculos, y poco a poco se transformarían en una realidad más allá de la
espera, serían finalmente, unas expectativas
más saludables.
Si logramos cambiar nuestros anteojos, la realidad tangible se vería de un
color un poco diferente, ya que reaccionaríamos no por expectativas, sino a
través de la consideración y el amor. Esto, debo aclarar, no quiere decir que
vayamos a convertirnos en esclavos de lo que la otra persona desea si la
comunicación, lo que es en verdad, es una relación que va sólo en una dirección.
Si por el contrario, en una relación de pareja se mantiene claro lo que se
espera de la otra persona, esto puede llevar a establecer si ésa es la relación
que se necesita o si se quiere mover a algo que se ajuste más a nuestras
necesidades.
El punto es entender que las expectativas las creamos nosotros mismos, que
el marido al no lavar la loza no quiso decir que su descanso era más importante
que el de la esposa; que la palmadita que se esperaba en el trabajo no es dada
porque uno sea malo, sino porque hay actitudes o acontecimientos en la vida de
la otra persona que quizás no conozcamos. Las posibilidades son infinitas, por
lo que tenemos que pensar si en realidad queremos ahogarnos en un vaso de agua
por lo que desconocemos.
Evaluar las expectativas
Lo que recomiendo es lo siguiente, empieza a evaluar tus propias
expectativas; observa a tu pareja o a las personas con las que compartes tu día
a día. Si de pronto te das cuenta que tu nivel de enojo te está superando,
detente y piensa un momento si esto se debe a que estabas esperando algo de
cierta persona, pregúntate: ¿esta respuesta o actitud fue dada realmente
adrede?, ¿está esta persona buscando hacerme daño al negarme algo?, o ¿vale la
pena preguntar y escuchar la respuesta antes de explotar del enojo o la
depresión?
Sólo te tomará un momento reflexionar, y si lo deseas, compártelo con esa
otra persona, así ambas estarán conscientes qué esperan el uno del otro.
El esperar lo mejor de sí mismo es una forma de motivarnos día a día y
superarnos con alegría, el esperar una respuesta específica de otros es darles
a ellos la llave de nuestra felicidad y la capacidad de decidir sobre nuestro
humor. Aunque nuestra alegría se expanda a nuestros vecinos, es nuestra la
decisión de mantenerla cerca y nutrirla, sin esperar que sea ese otro el que
tiene el deber de proporcionarla.
Si por sobre todo, aún nos sentimos ofuscados y deprimidos, esto es quizás
la indicación que necesitemos para establecer una mejor comunicación, o para
movernos al siguiente peldaño de nuestras vidas en crecimiento.
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