viernes, 17 de febrero de 2017

Reconocer a la familia y reconocerse a sí mismo


¿Reconocemos realmente a nuestra familia en el mundo de hoy?, ¿les hemos dados un puesto en nuestras vidas o los hemos apartado con ocupaciones conscientes o inconscientes? Este es un tema que mucho tratamos de ignorar, pues nunca ha sido fácil reconocernos a través de nuestras familias.
Por los últimos días he tenido un sueño, se ha convertido en uno de esos sueños recurrentes que están presentes cada vez que cierro los ojos, bueno, este es uno de los míos. El sueño siempre se da en una casa, por lo general una casa vieja que está en proceso de construcción, y allí, conmigo, mi familia se apresura a comenzar con los trabajos de reconstrucción.
Este sueño me ha inspirado a escribir estos pensamientos y compartirlos con ustedes. Me ha mostrado el núcleo familiar en muchas de sus facetas, amor, odio, rencor, crecimiento, y muchos otros sentimientos que la familia suele inspirar.

Por diferentes caminos
Cuando hablamos de la familia muchos elementos pasan frente a nosotros, muchos estamos en contacto con ellos, otros no tanto, y algún otro porcentaje se ha despegado completamente de ellos. Es común creer que al tener una pareja creamos nuestra propia familia, que es cierto, pero hay otros que piensan que el resto pasa a ser historia.
Foto tomada de http://www.aplaceformom.com/
Para mí, una persona que vive fuera de su país y que se levanta cada miércoles o domingo pensando que una de las tareas del día es llamar a la madre, es un tema delicado. Supongo que por eso sueño con la urgencia de la construcción de una casa antigua, pero cómo reconciliar el aspecto de niña que quedó en mí con el de adulta con una vida propia cuya familia no conoce en su totalidad.
Nos olvidamos muchas veces de las raíces que nos vieron nacer, y no hablo de la cultura, que es otra clase de raíz, hablo de las familiares directas, de los padres, los hermanos o abuelos. Es una falta que todos hemos sufrido, o estamos sufriendo o sufriremos en un futuro. Mi familia, en general, es tan grande que no los conozco a todos, y es normal, pues la vida se atraviesa y crea caminos diferentes. Lo mismo pasa con la familia más cercana. La vida se interpone, decimos.
Muchos dirán que no se pierde nada, que la vida continúa para todos, pero la vida nos ha proporcionado de ciertos espejos en los que podemos ver sin dificultades porciones de nosotros mismos. Al negarle cabida a la familia, le negamos la entrada a nuestro propio ser. Por alguna razón son quienes son, con sus problemas y sus dramas, con sus éxitos, con sus vidas cotidianas. Entramos a otras familias y las llegamos a amar, pero estamos unidos a nuestro propio núcleo por nuestra sangre o sólo a través de nuestro corazón; compartimos con ellos una línea delgada que nos une con esos seres que siempre habitarán nuestra mente.

Cuando sobrevienen los problemas
Pero, qué pasa si sobreviene la ruptura, si el caos o la traición se ven envueltas en las relaciones familiares más cercanas. ¿Se acaba todo entonces?, ¿se rompe definitivamente esa conexión? No creo que el correr resuelva los miedos o las traiciones, creo que más bien las intensifica dándoles un poder especial, pero cuando de la familia se trata, el poder se hace ineludible e imposible de ignorar.
Siempre he sido partidaria de resolver los problemas con una comunicación abierta, de apartar las rabias para hacerle un espacio a las resoluciones. No digo que todos deban hacerlo imperativamente, pues creo que el tiempo ayuda a aclarar la mente y darnos las respuestas, aunque sólo si realmente las estamos buscando, no si estamos huyendo de ellas.
Pero a veces, ¡qué difícil se nos hace perdonar a nuestra propia familia!, ¡qué carga inmensa se levanta por sobre nuestras cabezas! A veces somos nosotros los que no nos podemos perdonar, y esto nos hace alejarnos, somos los victimarios en castigo, escondiendo nuestras culpas con el miedo de resolver nuestras propias cabezas, ¿qué es lo que le impide al victimario dar el primer paso, dar la disculpa necesaria, enfrentar los problemas para salir de su propia miseria? En un desconocido es lógico pensar que la disculpa no llegará nunca, pero cuando de la familia se trata hablamos de una construcción más profunda, de un equilibrio más sensible. En la familia no se trabaja solo.

Presencia permanente
En oportunidades considero que yo pude haber nacido en otra tierra, en otra cultura y religión, en otra familia; pero no lo hice, nací aquí con mi madre y mi padre, con mis hermanos y abuelos y todos los conflictos y amores que nos rodean. No es acaso suficiente para saber que por algo estamos donde estamos, que por algo nacimos donde nacimos y con quien nacimos. Para mí siempre lo ha sido.
Con perdón o sin perdón, la familia siempre será parte de tu vida, un amigo puede estar, y al día siguiente no estar más. La familia, por otro lado, es casi que un ente independiente en tu cabeza, y aunque no quieras, siempre va a estar allí. ¿Vale la pena intentar borrarlos de tu vida, o vale la pena considerarlos parte de lo que constituye tu imagen? Tú no eres tu familia, pero tu interacción con ellos te ha dado la base para ser quién eres hoy día, para los problemas y las soluciones que encuentras, para tus miedos y cómo losenfrentas, para tus alegrías y cómo las construyes.
No te olvides de la familia que comparte contigo en esta vida. Recuérdales, reconóceles  aunque sea en tu corazón, a los que están y a los que ya no; a los que te sonríen y a los que refunfuñan a tus espaldas; o a los que por vergüenza no te quieren mirar a la cara. Todos forman parte de tu vida. Si sonríes con la idea esto no te va a costar nada, pero si en cambio lloras, eso quiere decir que el recordar no será en vano, que aprenderás de ese llanto, y que podrás acercarte a tu alma cuando ya las lágrimas se hayan secado.

2 comentarios:

  1. Está muy arrecho. Toda la razón del mundo. Cuantas veces me olvido de la familia....pero siempre hay una excusa que sirve como paño de agua caliente y quita toda culpa

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    1. No eres el único. Es un trabajo que tenemos que hacer constantemente.

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