viernes, 21 de abril de 2017

Redescubrir y ofrecer nuestros dones



Queremos que el mundo nos ofrezca todo lo que tiene, es nuestro derecho, ¿verdad?, pero si te pones a pensar, es también nuestro derecho, no nuestro deber, ofrecer algo al mundo, ¿qué ofreces tú?
¿Cómo es que nos cuesta desarrollar algo que es tan nuestro? Esos dones que nos pertenecen, que nos hablan, que nos hacen sentir completos. Muchas veces tienen que gritar para ganar nuestra atención, y gran parte del tiempo, ni siquiera los escuchamos. El mejor regalo que podríamos ofrecer con alegría es muchas veces ignorado.

Nuestro concepto actual
Hoy día llamamos dones a aquello que creemos es propio de los más especiales, algo que muy pocos tienen; pero la verdad es que son algo que muy pocos desarrollan. Todos los dones son semillas de creatividad, ya sea pictórica, matemática, de resolución de problemas, de nutrir a los más necesitados, etc. Ellos son parte fundamental de nuestro núcleo, inmersos en nuestro corazón para esperar ser despertados. Los dones están en todos nosotros.
Nuestras sociedades, muchas veces ven estas capacidades como capas secundarias de nuestras vidas. Tener dones matemáticos es más aceptable que tener dones culinarios. Los clasificamos por orden de importancia, cuando todos y cada uno de ellos tienen el mismo valor.

El destino de lo no usado
Con frecuencia, nos encontramos personas infelices en sus trabajos, rumiando el pasar de los días por la falta de pasión que ofrecen y que se les es ofrecida. La pasión es lo que mueve la creatividad y viceversa; una vez despertados nuestros dones estos se abrirán al mundo, si no, dormirán siempre enterrados sin ver la luz.
Cuando somos niños no solemos tener tantos miedos, somos capaces de ponernos la capa de  súper héroes para salir volando por el mundo sin pensar en las dificultades. Soñamos despiertos con otros mundos, o con las diferentes posibilidades que se nos ofrecen, pero pronto lo olvidamos todo, y en su lugar nace el miedo a hacerlo incorrectamente.
En nuestra vida adulta, somos incluso nosotros los que clausuramos los sueños de los más pequeños. Queremos impartirles la realidad que creemos tiene que ser la de ellos, pero gran parte del tiempo, nuestra realidad no admite sueños, no admite pasiones ni cambios al mundo, sólo admite sobrellevar lo que ya existe, lo que pensamos debe permanecer intacto. De esta forma terminamos de criar seres infelices e ignorantes de sus propios dones.

Redescubrir nuestros dones
Para ofrecer algo al mundo, tenemos primero que ofrecer ese algo a nosotros mismos, conocernos y sabernos merecedores de aquello que tenemos en nuestro interior; porque incontables veces nos sentimos incapaces e indignos.
La semilla no se pudre, mientras permanezcamos ella permanece, esperando sólo un poco de agua para surgir y nutrirse con el sol de la esperanza que traigamos hacia ella. Así que es hora de preguntarte, ¿qué te mueve, qué te motiva y te apasiona? ¿Hay algo que de pronto te hace sentir que tienes un globo hinchado en el pecho? Presta atención a esos momentos, aunque sean pequeños. Una vez que los identifiques, piensa, ¿qué puedes hacer para disfrutar de esa sensación con más frecuencia y con más libertad?
Los pequeños pasos siempre nos llevan a caminos más largos. Si el camino es pequeño y sin dificultades, eso puede significar que nos hemos quedado detenidos en un mismo lugar. Seguir el camino que nuestros dones nos ofrecen es darnos una oportunidad a nosotros mismos para nutrirnos y a su vez para nutrir.

El mundo nos ofrece la tierra y el cielo, y yo te pregunto, ¿qué le ofreces tú al mundo y a las personas que te rodean? Recuerda, es tu derecho.

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