viernes, 7 de abril de 2017

Caminando en círculos con la violencia

La violencia es un círculo vicioso del que sólo podremos salir si damos un paso afuera, como los juegos de saltar la cuerda. O nos quedamos saltando hasta que se nos caigan las piernas y desfallezcamos, o hacemos una pausa para ver la vida desde otra perspectiva.
 Ojo por ojo, dice el Antiguo Testamento, y no por decirlo allí se ha practicado, se practica porque nuestro instinto nos lleva a olvidarnos de todo y a buscar la solución que nos parece más lógica.
La respuesta parece fácil para aquellos que no han experimentado este tipo de violencia o guerra o, al contrario, podría parecer lógica. Personalmente, no considero la violencia como un signo de fuerza enorme, porque la violencia es un instinto básico animal: defenderse o morir; sin embargo, el detenernos un momento y analizar nuestras opciones y las consecuencias es netamente humano, eso es lo que nos diferencia de otras especies animales.

Más de un camino
El luchar por los derechos esenciales del ser humano no necesariamente va de la mano con la violencia, ese es sólo un camino que se decide tomar, pero no es el único que existe; esto lo discutí en uno de mis escritos anteriores, titulado “Escalarlas rabias o descender de ellas.” Siempre hay otras posibilidades, siempre están las opciones más pacíficas.
Muchas veces es más común decir, si tú matas a mi familia yo mato a la tuya; los sobrevivientes dirán lo mismo, y así sucesivamente. Así muy pronto nos quedaremos sin nadie. Pero ¿qué pasa cuando uno de los eslabones se rehúsa a seguir derramando sangre, o cuando ya está cansado de la persecución? La cadena se rompe, o por lo menos es más probable que lo haga, dándole así a la paz una oportunidad para levantarse entre tanta muerte.
La paz no es sinónimo de pasividad e indiferencia, es una fuerza creadora a través del reconocimiento de nosotros mismos en los otros; eso no quiere decir que nos olvidemos de nuestros derechos.

La elección
Creo que estamos muy lejos de que la violencia y la guerra desaparezcan por arte de magia. Aunque todos sepamos que es uno de los componentes que más hiere a nuestra sociedad, es difícil dejar de mirarla, sobre todo cuando está en todas partes: en las calles que caminamos, en las personas que nos rodean, en las pantallas que miramos. Descubrir ese balance parece casi imposible.
Empecemos, primeramente, a ver la paz como una realidad, no como una esperanza lejana a la que perseguimos sin ánimo de alcanzar. Las guerras no duran para siempre, el poder puede intentar quedarse en su puesto por mucho tiempo, pero el para siempre no está contemplado en la ecuación. Todo ciclo tiene un comienzo y un fin, incluso para la raza humana.
Una vez que la simple posibilidad sea una realidad en nuestras vidas, es más lógico que la veamos materializarse poco a poco. No importa que seamos unas cuantas gotas al comienzo, formemos una ola en el océano revuelto, una ola de calma y de fuerza que se extienda paulatinamente.
Tratemos por lo menor de comenzar a buscar esa salida del juego de dar vueltas y vueltas o de saltar la cuerda, por un lado siempre hay una salida de emergencia. No dejemos que la violencia nos engulla y nos haga seguir saltando hasta caer desfallecidos.

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